El Conde Lucanor o Libro de
Patronio.
Siglo XIV
Un día dijo el conde a Patronio que deseaba mucho
quedarse en una villa donde le tenían que dar mucho dinero, con el que esperaba
lograr grandes beneficios, pero que al mismo tiempo temía quedarse allí, pues,
entonces, correría peligro su vida. Y, así, le rogaba que le aconsejase qué
debía hacer.
-Señor conde -dijo Patronio-, en mi opinión, para que
hagáis en esto lo más juicioso, me gustaría que supierais lo que sucedió a un
hombre que llevaba un tesoro al cuello y estaba pasando un río.
El conde le preguntó qué le había ocurrido.
-Señor conde -dijo Patronio-, había un hombre que
llevaba a cuestas gran cantidad de piedras preciosas, y eran tantas que le
pesaban mucho. En su camino tuvo que pasar un río y, como llevaba una carga tan
pesada, se hundió más que si no la llevase. En la parte más honda del río,
empezó a hundirse aún más.
»Cuando vio esto un hombre, que estaba en la orilla
del río, comenzó a darle voces y a decirle que, si no abandonaba aquella carga,
corría el peligro de ahogarse. Pero el pobre infeliz no comprendió que, si
moría ahogado en el río, perdería la vida y también su tesoro, aunque podría
salvarse desprendiéndose de las riquezas. Por la codicia, y pensando cuánto
valían aquellas piedras preciosas, no quiso desprenderse de ellas y echarlas al
río, donde murió ahogado y perdió la vida y su preciosa carga.
»A vos, señor Conde Lucanor, aunque el dinero y otras
ganancias que podáis conseguir os vendrían bien, yo os aconsejo que, si en ese
sitio peligra vuestra vida, no permanezcáis allí por lograr más dinero ni
riquezas. También os aconsejo que jamás pongáis en peligro vuestra vida si no
es asunto de honra o si, de no hacerlo, os resultara grave daño, pues el que en
poco se estima y, por codicia o ligereza, arriesga su vida, es quien no aspira
a hacer grandes obras; sin embargo, el que se tiene a sí mismo en mucho ha de
hacer tales cosas que los otros también lo aprecien, pues el hombre no es
valorado porque él se precie, sino porque los demás admiren en él sus buenas obras.
Tened, señor conde, por seguro que tal persona estimará en mucho su vida y no
la arriesgará por codicia ni por cosa pequeña, pero en las ocasiones que de
verdad merezcan arriesgar la vida, estad seguro de que nadie en el mundo lo
hará tan bien como el que vale mucho y se estima en su justo valor.
El conde consideró bueno este ejemplo, obró según él y
le fue muy bien.
Y como don Juan vio que este cuento era muy bueno, lo
mandó poner en este libro y añadió estos versos que dicen así:
A quien por
codicia su vida aventura,
sabed que
sus bienes muy poco le duran.
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